sábado, 18 de agosto de 2012

Juan José Millás y El orgasmo múltiple

Aquí va el post dedicat al segon conte per adults que vaig explicar com a "cuentacuentos"... els motius pels quals vaig triar aquest conte van ser varis... com deia en un post anterior, els cuentacuentos expliquem històries perquè d'alguna manera ens mouen, perquè ens resonen i ens és fàcil fer-nos-els nostres... clar que podem explicar altres històries, (que ante todo, hay que ser profesional).

Entre d'altres coses... aquest conte té un cínic sentit de l'humor que em va captivar... és una carta a un examor... parla dels motius de la ruptura... planteja el pudor i la no existència d'un espai on parlar de sexe lliurament, de creences i complexes al respecte... i un detall... potser ínfim però amb el que em vaig sentir superidentificada, en un passatge diu: "Para encontrar un terror de calibre semejante al de aquel día, tendría que remontarme a las nosches de mi infancia, pobladas de preguntas que, como la tuya, todavía no he conseguido responder."

Així doncs, us deixo amb aquest segon conte, espero que el disfruteu...

Juan José Millás
(València, Horta. 1946)

El orgasmo múltiple

Querida Rosa: seguro que no recuerdas una tarde de sábado en la que levantaste perezosamente la cabeza de una revista que estabas leyendo para preguntarme: " ¿Qué es esto del orgasmo múltiple?" Yo, sin embargo, podría describirte aquel instante, y las horas que le siguieron, con la precisión con la que los muertos, si hablaran, darían cuenta de la última escena a la que se asomaron sus ojos. Recuerdo la música que sonaba en el tocadiscos, la luz de poniente que entraba por el ventanal del salón, la altura exacta de tu melena, el color sombrío de las botellas preparadas sobre el carro de las bebidas, el olor a asado procedente de la cocina... Iban a venir a cenar unos amigos y habíamos colocado todo de acuerdo con esa sintaxis en la que el orden de los objetos intenta reflejar la felicidad de sus dueños. Había flores en el recibidor y en el salón, y el mantel de la mesa, que habíamos traído de Madeira, era una plana blanquísima donde con los cubiertos y las copas habíamos escrito una caligrafía en la que se podía leer que nos queríamos.

Tampoco he olvidado el goteo imperceptible procedente del cuarto de baño (la cisterna no cerraba bien), ni el ruido lejano de un teléfono que nadie descolgaba. Tengo la escena grbada en mi biografía con la precisión con la que dicen que se ven las cosas cuando vas a morirte y la realidad, de súbito, adquiere la relevancia con la que se dibuja en las pesadillas. Y en medio de ese cuadro, de esa escena en la que se representa una tragedia que nadie ve, suena tu voz preguntando con desinterés aparente "¿Qué es esto del orgasmo múltiple?"

Antes de que pudiera responderte, sonó el timbre a cámara lenta (a partir de ese instante todo sucedió a cámara lenta) y fuistecorriendo a abrir la puerta a nuestros amigos. Cómo te odié aquella noche. Mientras cenábamos, en mi cabezano dejaba de resonar el eco de tu pregunta. Estaba aterrado con la idea de que la hicieras en público, de manera que cada vez que había una pausa o que dejabas de masticar, intervenía yo atropelladamente con propuestas de conversación disparatadas. Me pareció que todo lo que evocara el territorio del sexo podía disparar de nuevo tu pregunta. En un momento dado vi, sobre el sofá, la revista que habías estado leyendo y me dirigí allí para esconderla disimuladamente debajo de la alfombra, de donde, a la hora del café, la sacaría una de nuestras invitadas cuyo tacón se había torcido sobre su lomo. Recuerdo el gesto divertido de nuestra amiga mostrando a los demás el hallazgo, y tu mirada yendo de la revista a mí. para encontrar un terror de calibre semejante al de aquel día, tendría que remontarme a las noches de mi infancia, pobladas de preguntas que, como la tuya, todavía no he conseguido responder. El caso es que tus ojos me mriaron después de contemplar la revista, y en ese instante supe que no eras inocente. A lo mejor no te habías dado cuenta todavía, o reparaste en ello al observar mi súplica silenciosa de que callaras, pero por eso mismo, porque te callaste, supe que los efectos devastadores de tu pregunta habían sido calculados antes de lanzarla sobre mi integridad sexual con la precisión de un misil.

Yo, hasta entonces, había creído que aquellos tres jadeos con los que me obequiabas antes de dormirte eran un orgasmo múltiple. A mí, al menos, me satisfacían porque creí que los multiplicaba el amor y porque te dormías enseguida, como si te hubieras quedado llena de algo. Pero aquella pregunta venenosa era un alegato contra mi incapacidad sexual. ¿Por qué contra la mía? No lo sé: supongo que porque he sido educado, como tú, en ese patrón según el cual las insuficiencias sexuales de la pareja son, al menos en primera instancia, imputables al hombre. Puedes tranquilizarte: en nuestro caso seguro que lo eran porque no he conseguido arrancar un solo orgasmo múltiple a ninguna de las mujeres con las que he ido fracasando sucesivamente después de aquel naufragio en el que te perdí. Sinceramente, tampoco creo que sea tan importante, pero tú conseguiste que lo fuera con aquella pregunta de sábado por la tarde que abrió una herida que no cicatriza sino para abrirse de nuevo cada vez que me entrego a una historia de amor. No importa que ellas me quieran, incluso que me quieran mucho y me lo demuestren de mil modos: si comparo sus orgasmos con los de aquella revista que todavía conservo, tan complejos, siento una impotencia insoportable.

A la semana siguiente de esta escena, me preguntaste un día que por qué, de golpe, había dejado de quererte. Te respondo ahora: fue por aquel instante de nuestra juventud en el que, abandonando momentáneamente la lectura de una revista, preguntaste con una neutralidad atroz que qué era aquello del orgasmo múltiple. Te lo digo por si aún te interesa saberlo y, con mis saludos, te adjuno la revista que nos separó porque seguramente no te dio tiempo a leer el horoscópo, donde se anticipaba lo que iba a ser de nosotros a partir del orgasmo múltiple de aquel maldito sábado.

4 comentarios:

  1. Conec el conte. Jo era un fidel seguidor de la columna d'última pàgina de "El Pais" de J.J.Millás. I tinc bastants dels seus llibres.
    Ara fa temps que no el segueixo... :(
    Mmmm, encara contes contes :)?
    Avisa si fas o vas a alguna sessió de conte contes ;o)
    B7s

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  2. Bones!!!

    Doncs no... Ara fa temps que no n'explico! Però si es dóna el cas de les dies situacions que comentes... T'aviso :)

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  3. Està bé, però és massa llarg.

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